Bigote, le decíamos así porque en toda su adolescencia nunca vimos asomarle ni siquiera un pelo en la cara. No se si era lampiño o que. La cosa era que a Bigote le hervían las orejas cada vez que lo llamábamos así.
De pibes éramos como uña y mugre. “La Fire”, así se llamaba la barra.A los 18 años Bigote se fue a la capital sin despedirse. Nadie hubiese imaginado que años mas tarde volveríamos a encontrarnos los cinco, ¡y de qué manera!
Los demás nos quedamos en la ciudad y seguimos la amistad hasta el día de hoy. Cacho estudió medicina junto conmigo. Piedra se puso a laburar y llegó a gerente de una empresa portuaria. Yo tenía un consultorio en calle Artigas, era buen profesional, al menos así lo decían mis pacientes octogenarios.
Alejo ejercía como director del Policlínico Privado del Sur. Hacía buena plata con los tejes y manejes de la institución.
Los domingos, solíamos juntarnos a comer asados. Ese domingo estábamos reunidos en casa.
- ¿Che, que sabes de Bigote?
- Nada.
El pasar de los años, que llena de nostalgia los corazones, hace que los momentos lindos que vivimos no se mueran nunca, y cuanto más lejanos, más perfectos y gratos a la memoria. Como aquella vez que fuimos a debutar al “Bar” de Ramón. Ariel, mi hermano mayor, se ofreció de chofer y nos llevó hasta el lugar. Quedaba en las afueras de la ciudad, por la ruta 35.
Ramón, un peruano petiso y lustrado, nos hizo sentar en un banco de madera y nos dijo que esperáramos un rato. En frente había una escalera. Arriba, una habitación con la puerta entre abierta de la cual salía una luz tenue.
Estábamos como en misa; no por respeto, sino porque teníamos un miedo de aquellos.
La puerta se abrió y la mujer comenzó a bajar las escaleras a paso de pantera, haciendo resonar los ta-cos-a-gu-ja-ro-jos-ru-bí. Nos relojeó de arriba abajo, caminaba de un lado al otro, yendo y viniendo delante nuestro mientras fumaba un Virginia Slim`s.
Se detuvo frente a Bigote, se agachó, y mientras le acariciaba la pera dijo:
- Pero miralo a éste, si no tiene ni pelusas en la cara.
Nosotros no pudimos contener la risa, y a Bigote le entró a hervir las la cara. Se paró como resorte, le dio un empujón a la dama y se fue del bar bajando un avemaría de puteadas que alcanzó para todos.
La cosa es que tuvimos que postergar nuestro ascenso a machos cerca de un mes, porque la puta, producto del empujón de Bigote, fue a dar con la cabeza de lleno en la punta de la mesa de recepción y ahí quedó, desmayada, toda ensangrentada. Ramón nos echó a patadas por el culo.
- Las últimas noticias que tuve es que se casó y tuvo dos hijos.
- Mirá vos, se casó…
- Si, se casó. Que tiene de raro.
- No, nada. A mí me habían dicho que “selamastic”.
- No seas guacho, ha tenido sus noviecitas.
- Si, pero todas lo dejaban al tiempito.
Yo creo que todas sus novias lo dejaban al enterarse del mote, no por maricón. Aunque; viéndolo desde el punto de vista de que: el no tener ni un pelito en la cara lo afeminaba bastante, o al menos a eso apuntaba la gastada, puede que lo haya condicionado a la femineidad, y ésto, advertido por sus novias, influyese en el corte inminente de las relaciones. Debe ser terrible que un sobrenombre influya tan negativamente en uno. Más cuando no es tan descalificativo; “Bigote”, no es para tanto. Él mismo se encargó de hacerlo gravísimo con las actitudes que tenía cada vez que lo pronunciábamos.
A propósito, Cacho se terminó casando con Gloria, la primer novia que tuvo Bigote y que tanto amó.
- Que será de nuestro amigo… se fue así, de un día para el otro, ni siquiera
se despidió.
- También… fue pesadito lo que le pasó a la familia.
Resulta que la hermana de Bigote, Marianita, una mina preciosa; estudiosa, abanderada, católica a ultranza, dejó mal parada a toda la familia en el escándalo favorito de la ciudad, digo favorito porque ocurrió hace más de 10 años y la gente siguió hablando de él como si hubiese ocurrido ayer. Si no fuese por las fotos subidas a Internet nadie hubiese creído que tan honrada mujer había participado de semejante orgía eclesiástica. Padre Marcelo como anfitrión, Hermana Salomón y Monseñor Tordillo como invitados y la participación especial de la porno-star hermanita de Bigote.
- Fue noticia internacional. Se tuvieron que ir.
- No les quedaba otra, viste como es la gente. Hay que bancarse después las miradas
prejuiciosas de todo el barrio, eh!
Y ese mismo día, en casa, mientras charlábamos sobre Bigote sentados en el paredoncito que da a la vereda, el patrullero dobló en la esquina, encendió la sirena y frenó abruptamente frente a nosotros haciendo chillar las gomas.
Se bajó un agente con la 9 milímetros en la mano y nos dió la orden de permanecer callados, manos contra la pared, cabeza gacha y piernas separadas.
Efectuó la requisa y como en un pase mágico nos introdujo disimuladamente un par de bolsitas en los bolsillos, luego las sacó y dijo: - ¡Ajá, así que levantan la guita fuera de la ley!-
Se rió torciendo la boca, nos esposó y metió en el asiento trasero del patrullero. Intenté pedirle explicaciones de porqué había actuado de semejante manera y el tipo me pegó un culatazo en la sien que casi me desmaya.
Nos miraba como con rabia, uno por uno. No le veía los ojos porque llevaba esos lentes ridículos color ladrillo que usan los policías pro yanquis, pero el odio le traspasaba los cristales, podía sentirlo. Se acomodó el falso bigote mirándose en el espejito retrovisor del auto y dijo:
- Pedazos de mierda, ahora van a ver ustedes… Se van a pasar varios años de martirio insufrible, casi tantos como los que yo pasé siendo su amigo.
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2 comentarios:
Ayyyy...me dio miedo.
Mirá el día que se rebele Also Sprach...ja ja...
No será Bigote, pero si se tiene que rebelar, va a hacer desastre...
¿sabés quién es Also Sprach no?
Ahí sí que se arma...tené cuidado vos...controlá tus respuestas efusivas que te va a hacer boleta!
Jajaja. Cómo no voy a saber!
Es cierto, mejor que se quede detrás del camuflaje.
jaja, me hiciste reir mucho.
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