Filosofales I (de la saga Almasucias y Uñasucias)

miércoles, 28 de octubre de 2009

A cierto Uñasucia intelectual le dio por pensar que somos todos la misma cosa.

Desatinado, pensaron en su gran mayoría Almasucias y Uñasucias ¿que es eso de que somos la misma cosa? No es lo mismo un europeo que un latinoamericano, ni un argentino que un congoleño, ni si quiera, estando ahí nomás, es igual un peruano que un chileno.

Veamos, la cosa va mas allá de aberraciones fronterizas, explicó el filósofo Uñasucia. Digo que el bichito que usted acaba de aplastar contra la pared no se diferencia mucho de usted.

¿Me está tratando de insecto?

Bien podría reclamarme el insecto que lo estoy tratando de humano. Fíjese, lo único que podría haberle hecho a usted esa hormiga es una buena roncha en el dedo gordo del pié (lo merece – gritó un condescendiente por ahí) o en cualquier otra parte del cuerpo que se le ocurra . En cambio usted, decididamente le apagó la vida con el índice.

¡Por favor! Nos separan años luz de evolución, esos bicho son insignificantes, tienen un estúpido cerebro que solo articula funciones básicas como alimentarse y respirar. Además, se trata de sobrevivir. Si vinieran mil hormigas a comerme vivo, las mataría a todas. A esta la maté por el peligro de que me picase ¿qué me dice ahora, eh?

Pero usted acaba de decir que las hormigas tienen el cerebro estúpido ¿cómo harían entonces para elaborar el plan de sepultarlo en el hormiguero?

Es más, detengámonos en el terreno de que nuestro cerebro es superior al de cualquier insecto ¿eso nos daría la facultad para decidir la vida? Si la respuesta es afirmativa, la acción debería ser generosa y guiada por el amor por el solo hecho de ser un animal “mas inteligente”

Comparto su opinión, dijo otro que acababa de convencerse de la moción.

Tan “estúpido bicho” incluso podría llegar a prosperar en un planeta tierra post-humano. Entonces, hasta que no vibremos junto a la naturaleza reconociéndonos la misma cosa, bichos, plantas y humanos, jamás llegaremos a ser una civilización avanzada, y de no lograrlo nos vamos todos al pozo.

Podríamos comenzar por reconocernos la misma cosa entre todos los humanos. Entonces no guerras, no manipulaciones, no violencia, no divisiones, no extremos y si amor – dijo un convencido desde fondo.
Podríamos, dijo el filósofo.

¡Entonces tampoco Uñasucias y Almasucias! Dijo el verdugo de la hormiga buscando el aquiles del filósofo.

Excelente propuesta, dijo el filósofo.
Exhausto, sin ideas en la lengua y en plena retirada de la reunión, el verdugo de la hormiga, representando la gran mayoría de la población, dijo que no tenía sentido discutir así, que todo era demasiado IDEALISTA y SOÑADOR, alejado de la realidad, y que se dejaran de joder, locos - blasfemos y borrachos y ... ¡PLAF...! la puerta y me voy.


 
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