Cuando Santiago se dio cuenta que había quedado invisible soltó tal puteada que se ensució el aire tres cuadras a la redonda.
El tipo era de putear por cualquier cosa, el que no lo conoce diría que ensayaba las puteadas; pero no, tenía para el insulto capacidad y destreza , un talento innato que evolucionaba con los años.
El decía que putear no era tan difícil, hijo de puta combinado con pelotudo y un poco de inventiva era infalible. Por ejemplo: “escuchame, pelotudo... me seguís mirando con esa cara de oso hormiguero y te meto tal voleo en el orto que te vas a morir de hambre en el aire, hijo de puta"
Que Santiago puteara a troche y moche no significaba que fuese mal bicho. Muy alejado de esto, era un tipo muy divertido y buen amigo entre los que aceptaban su carácter. El tema era que se iba de mambo sin mucho esfuerzo y si al levantarse de la siesta se chocaba el dedo chiquito del pié contra la pata de la mesita de luz “AGARRATE” durante to-o-o-do el día.
Santiago llevaba mas de 20 años casado con “la reina” como le decía él. No vayan a creer que tal mote era fruto del amor, sino que la llamaba así porque sostenía que estaba todo el día limándose las uñas sin hacer nada y que le gastaba fortunas en carteras y pavadas de mujeres mientras el se rompía el lomo laburando en el puerto de Ingeniero White.
La cosa que tantos años de fricción desgastó la empresa (matrimonio, según Santiago) y se enamoró perdidamente de Natalia, la chica de treinta y pico que trabajaba en la recepción.
Su pelo, negro como la nada, suelto hasta la cintura, sus caderas bien nutridas terminando en pantorrillas de mármol, hasta los pies en punta producto del ejército de tacos altos que desfilaban por sus pies, lo perdían en las nubes perfumadamente rosas del amor.
Nunca le había dicho nada, no hasta ese día. No se animaba, estaba seguro que alguna que otra vez lo había mirado de refilón, pero era tan linda... que no se animaba.
A Santiago siempre le había ido bien con las mujeres, 248 respaldaban su currículum. Le gustaba ser reconocido como mujeriego, hacía alarde de sus historias, puteadas mediante, en las reuniones de amigos. “La Pico Chueco sabía lo que era bueno, le gustaba que la insulte mientras lo hacíamos. Para que... una vez le solté tales palabrotas que me dejó por la mitad y no quiso verme nunca mas. Le dije: como me gusta ese culo de buldog que tenés, cosa rara que sos vos, perra cruza con gato, la puta que te parió...”
Con Natalia era distinto, cada vez que la veía se le imantaban los ojos en el bronce de su piel. Hasta se cuidaba de putear para no mal impresionarla.
Sus amigos lo cebaban, que la encare, que le dijera lo linda que le parecía, que siempre le había ido bárbaro con las minas, que cómo le iba a ir mal con la Natalia.
Santiago masticaba la decisión en aparente calma, luego de las comidas, mientras “la bruja” juntaba la mesa. Miraba la televisión y no la miraba. Se tiraba en la cama para dormir pero lo único que lograba era verla a ella, luz en la oscuridad, lamparita candente que le quitaba el sueño, culpable, condenablemente culpable de los derrames oculares y ojeras del día siguiente.
Puteaba menos, los compañeros de trabajo se daban cuenta de esto. Sobre todo Ramiro, un pibe joven que lo admiraba en carácter y estereotipo. Era recíproco, a Santiago también le caía muy bien Ramiro “es el hijo que nunca tuve” le comentaba a la bruja de vez en cuando. Era con el que mejor se llevaba en el laburo y en la vida, le contaba cosas que ni a su hermano Ramiro, ese sin vergüenza con título de abogado, pituco cajetilla mas agrandado que zorete en kerosene. La relación con su hermano había terminado cuando luego de una discusión política, en el rincón IZQUIERDO... el macho mas macho de todas las pampas: Santiago “pelos en el culo” Ramírez...!!! En el DERECHO... el garca numero UNO de la galaxia: Ramiro “pelotas depiladas” Ramírez...!!!
Decía; la relación había terminado cuando luego de una discusión política lo mando a la recalcada concha de su madre, dicho sea de paso, su mismísima madre también.
A Ramiro también le había contado lo de Natalia. Le tenía toda la fe. “Don Santiago, esa mina está esperando que usted avance, invítela a una cena en el Gambrinus, yo le presto mi departamento ¿Te parece pibe? Ni lo piense Don, encare ciego. El tema es que le llevo como 25 años. Si, pero la facha que tiene usted... con todo respeto, usted es un viejo pintón”
Y ciego fue para adelante.
Entró a la administración, esta vez perfumado, con tranco firme y ropa limpia y planchada.
Miró para ver si lo miraba y no, que mas da, no importaba.
“Señorita Natalia, quisiera invitarla a cenar esta noche, deme la oportunidad de conocerla y conocerme. Sin ningún compromiso, eh. Mi idea es pasar una agradable velada junto a usted comiendo algún plato especial, de esos que preparan en el Gambrinus”
Natalia ni siquiera levantó la vista de la computadora. Sin parar de teclear le contestó “por favor señor, no me moleste, estoy ocupada. Que pase el que sigue...”
Quiso putearla, pero no pudo, lo primero que hizo Santiago fue mirar para todos lados para ver si alguien había sido testigo de la derrota. No había nadie, “menos mal” pensó, y se fue lo mas disimuladamente posible al baño del recinto.
“Pero que pedazo de hijo de un camión de remilputas que soy. Diplomado, Master en IDIOTA con beca para doctorado en PELOTUDO!!!” Luego siguiron una serie de (PIP’S) que no vale la pena citarlos por ordinarios y de mal gusto.
Con el peso del fracaso aplastándole la médula se miró al espejo y se vio invisible.
“Estoy invisible” se dijo “Sabés que pasa Santiago... a cierta edad uno se vuelve invisible para las minas, transparente. Te las cruzas por la calle y miran a través tuyo. Ni te registran... ESTAS JODIDAMENTE INVISIBLE MACHO”
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